Alicante es una ciudad única ubicada en un entorno diferente, lo que la caracteriza por sobre otras ciudades de la misma región. Este entorno define lo que es Alicante, y construye su perfil miras a una quietud que se abre justo por delante de su semblante.
En primer lugar, Alicante se halla de cara al Mediterráneo, desde donde vigila el horizonte, dándole la espalda a un zona desértica típica de la región merdicional de la península ibérica.
Alicante, de alguna forma, es un oasis en medio de una zona inhóspita donde en tiempos pasados no había nada más que costa y parajes alucinantes. Hoy por hoy, se erige una bella ciudad a mitad de este entorno cautivo, una ciudad que se nutre del entorno para sacar lo mejor de sí misma.
Lo primero que llama la atención de la ciudad al visitarla por primera vez es su entorno cálido, semiárido, a través del cual se abren pequeños asentamientos a su alrededor, zonas extensas de vida que dan la bienvenida y enseñan lo que depara la ciudad.
A primera vista y a la distancia, se ven en la lejanía ciertas cumbres, montículos de roca y tierra que esconden la ciudad de los visitantes, pero que enseñan una construcción antigua, una fortaleza que, al igual que la ciudad, mira hacia el horizonte y cuida el asentamiento desde varios siglos.
El aire desértico reconforta, un aire característico de esta zona media de la España medieval. De todas forma, este aire se mezcla con el aire marítimo, otorga gracia al ambiente y llena de pureza el corazón.
Una vez dentro, se ven las construcciones que aparecen y se extienden a la distancia, por el borde costero hasta perderse hacia el norte, en zonas de playas igual de pacíficas que las que se abren justo por delante de la ciudad.
El agua es cristalina y refleja a la perfección los edificios que se erigen por sobre la costanera. Asimismo, los montículos y las fortalezas ocres que vigilan en las alturas el paisaje urbano y natural que se vincula de forma perfecta en la medianía del paisaje.
Desde el muelle de la ciudad puede observarse la simpleza de su paisaje, un paisaje controlado que no da espacio a interrupciones visuales. A la vez se observa una vivacidad alucinante, un cielo despejado brillante que compite con el agua y que en ocasiones se funde en las profundidades.
Alicante es un oasis extraño, un sitio incoloro pero lleno de vida que da destellos únicos, particulares. Solo es cosa de observar con atención y dejarse deleitar con lo que ofrece la ciudad, su entorno y su paisaje. No es difícil enamorarse de esta ciudad.